El P. Henry integraba la fe en los juegos...

 

Yo coincidí un par de ocasiones con el P. Henry en el campamento de verano para chicos en Estados Unidos. El objetivo del campamento era que los jóvenes tuvieran un encuentro verdadero con Nuestro Señor y Nuestra Señora en un ambiente alegre y divertido. Cuando el P. Henry ayudaba en los campamentos, parecía un acampado más. No en sentido negativo, queriendo ser un “amigo” para los chicos, sino como el padre amoroso que deseaba transmitir la cercanía y el amor íntimo de Dios por ellos, y cuando era necesario los corregía. Un fruto de la entrega total de sí mismo era el testimonio vivo de alegría hacia los jóvenes y los hermanos. Él siempre traía alegría a todos los deportes y actividades del campamento e intentaba siempre poner una aplicación espiritual a cada actividad. En julio de 2015, estuvimos unas semanas antes de un campamento preparando un taller sobre cómo los jóvenes iban a construir sus botes de cartón.

Uno de los juegos más esperados y divertidos en los campamentos de verano era "el Hombre de Hierro". Era una mezcla de desafíos físicos, mentales y espirituales en diferentes etapas a lo largo del juego. El P. Henry aplicó un sueño de San Juan Bosco a una de las etapas del reto del Hombre de Hierro. En el sueño, San Juan Bosco vio una embarcación, que simbolizaba la Iglesia, asaltando el mar liderado por el Papa (el capitán) y en medio del mar había dos columnas, a corta distancia una de la otra. En la cima de una columna, había una estatua de la Santísima Virgen María que tenía una inscripción abajo que decía: Auxilium Christianorum (Auxilio de los Cristianos), mientras que el otro pilar tenía una gran Hostia Sagrada que representaba la Eucaristía, y cuya inscripción decía: Salus Credentium (Salvación de los creyentes). Había muchos enemigos atacando el barco, simbolizando la persecución a través de “libros y panfletos” en contra de la Iglesia, tratando de que se hundiera. La única manera de conducir el barco de una manera segura era acercándolo hacia los dos pilares, entrar en medio de ellos, y al final anclarlos a los pilares. La embarcación recibió fuegos provenientes de los enemigos que causaron daños en ella, sin embargo, una brisa misteriosa de las columnas arreglaba y cubría los huecos.

Al P. Henry se le ocurrió que, en la última etapa del desafío del “Hombre de Hierro”, los chicos tenían que flotar y conducir sus botes desde el muelle hasta la orilla -una distancia aproximada de 20 metros- anclando sus botes a los dos pilares, la Eucaristía y la Virgen. Mientras los botes se movían, el P. Henry y los monitores trataban de destruirlos con sus ballestas de pinchos hechas a mano. El P. Henry se lo estaba pasando bomba. Algunos de los botes no pudieron llegar hasta la orilla, terminaron con piezas de cartón empapadas. Sin embargo, unos cuantos pudieron anclar sus botes empapados a los dos pilares.

Esto es un ejemplo de cómo el padre Henry integraba nuestra fe en los juegos de tal forma que permitía a los chicos darse cuenta de que, si la Eucaristía no era el centro de su vida o si la relación con Nuestra Madre era débil, su barco se iba a hundir.